Quizás hace unos meses te hubiera pedido que vinieras con tus palabras dulces y tus miradas plagadas de cariño.
Quizás nos hubiéramos pasado la tarde entera entre abrazos y caricias, entre besos y versos.
Te hubiera preparado un café aunque yo sea más de cervezas y tu prefieras las rubias.
Puede que el tiempo se nos pasará volando, o tal vez no fuera el tiempo sino nosotros entre las sábanas de mi cama.
Y te prometo que hubiera puesto la mano en el fuego por cada una de las pecas que inundan tu nariz, por cada palabra malsonante que sale de tu boca cada vez que discutimos, porque siempre acabamos ardiendo y no sé como cojones salimos de este incendio permanente.
Quizás el mes pasado o incluso ayer te hubiera abierto de par en par la verja electrificada que mantiene mi corazón a salvo, incluso lo hubiera ordenado para hacerte un hueco.
Hoy no.
Y lamentablemente no es este jodido invierno el que me hace ser tan fría.
Estoy palpitando cada palabra, para que la próxima vez que vengas pidiendo perdón y soltando te quieros como que fueran balas pérdidas, este corazón se haya quedado apagado o este fuera de cobertura.
Hoy no te voy a dar gracias por tu visita, es más, mejor ni vuelvas.