El otro día abrí la ventana,
y me perdí en tus ojos.
Tu mirada descafeinada es el mejor desayuno sin duda,
y más si lo acompañas con besos.
El otro día descubrí que no hacen falta maravillas mundiales
si te tengo a ti,
paseando en ropa interior por mi pasillo.
El otro día aprendí a buscarte sin querer encontrarte,
cuando tú estás escondido,
porque en eso consiste quererte.
En andar a ciegas por esta casa y que me susurres al oído
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al escondite inglés…
Porque si no nos queremos como niños,
cómo vamos a tratarnos siendo adultos.
El otro día también comprendí que la mejor marca de colonia
es la que desprenden tus pestañas al despertar
y que no existe mejor abrigo que el que despliegan tus alas.
El otro día crucé los 5 continentes,
mientras andaba por tus piernas,
y debo confesar,
que no he tenido mejor recibimiento como el que me dieron
tus caderas.
Y entré al pasado ,
como quien entra en una película de ciencia ficción y se
queda acojonado.
Vi nuestras manos inocentes rozándose por primera vez,
nuestro pecho alocado y salvaje buscando un hogar al que
aferrarse,
y la casualidad del choque entre el tuyo y el mío.
Lo mejor fue saber que pudimos construir un puente hacia el
presente.
Y aquí estamos,
llenándonos la boca de envoltorios,
y las manos de regalos.